En los documentos del Palacio Real de Madrid consta que al príncipe Baltasar Carlos su barbero le ponía azúcar para el "copete"; es decir para sujetar el flequillo en su sitio. También lo utilizaban los nobles y cortesanos para dar forma a sus vigotes, sus perillas y a los rizos de sus pelucas.
En 1.676 ya se destinaba un gasto mensual de azúcar para "engomados" del cabello, azafrán y clavos para dar color a las mejillas y perfumar el aliento.
Diez años después, en 1.686, las planchadoras de palacio utilizaban miel a modo de almidón para las camisas de Carlos II, que, además de quedar tiesas, quedaban aromatizadas.
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