En una ocasión, el embajador en España de Enrique IV de Francia le
contaba a éste que por ciertas circunstancias tuvo que entrar en Madrid
montado en un burro. El rey le interrumpió comentando: “Un gran
burro cabalgando sobre un burrito”. A lo que el embajador contestó:
“Señor, yo representaba a vuestra majestad”.
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