Las pelucas en el siglo XVIII. Dentro de su falsedad, tuvieron un efecto positivo para la higiene, ya que permitían llevar la cabeza siempre limpia de parásitos (se mandaba a limpiar sin que su dueño tuviese que abandonar su cuarto). Pero su principal misión era el énfasis social que proporcionaba a sus poseedores; especialmente a las damas que, en la Francia prerrevolucionaria, llegaron a llevarlas de tal altura que a veces, camino del baile de corte, tenían que ir arrodilladas en el suelo de la carroza para que la peluca no tocase el techo.
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